Me suelen preguntar si en una clase de unas cuantas horas, lo que comúnmente se llama un intensivo, se puede quitar el miedo al agua, si se aprende a nadar, cuántas cosas se aprenden, etc. Pareciera que un curso intensivo se diseña para solucionar problemas en muy poco tiempo. Ojalá fuera tan sencillo. Aunque tiene alguna ventaja sobre las clases semanales. En este artículo voy a intentar responder a esta cuestión.
Para empezar, los intensivos no son mas que un formato distinto y alternativo a las clases semanales. Por las condiciones que impone el formato, está pensado para ofrecer una opción de horario diferente al normal. Concentrando las horas en una jornada o en un fin de semana o en una semana o en quince días o, incluso, en un mes determinado o en una estación detereminada como es la de verano. Por lo tanto, el primer objetivo de un intensivo es poder ofrecer la posibilidad de hacer llegar el curso a gente que en un horario normal no podría.
Los cursillos intensivos de verano de natación son un clásico en este sentido. Incluso, por los años 70, eran la única opción disponible para gran parte de la población. Llegaba el verano y era el momento en el que los padres apuntaban a sus hijos a los cursillos de verano para que aprendieran a nadar. Por aquel tiempo todavía eran muy escasos los cursos de natación para adultos, ni siquiera en verano.
Dejando claro cuál es el principal objetivo de un curso intensivo, debemos desterrar la idea que se organizan para solucionar un problema en un corto espacio de tiempo. Los intensivos pueden ayudar pero no son mágicos.
El aprendizaje natural es el que se produce poco a poco de forma regular, diaria o semanalmente. De la misma manera, con un intensivo también se puede aprender, pero hay que hacerlo regularmente, es decir, haciendo un intensivo al mes, por ejemplo, se acaba aprendiendo y consiguiendo los mismos objetivos que en un curso normal semanal de temporada.
Sin embargo, en un sólo intensivo de natación, si bien es imposible conseguir un aprendizaje completo como es lógico suponer, sí se pueden conseguir algunas cosas interesantes.
En relación con los intensivos que damos aquí, con el objetivo de ayudar a nuestros alumnos a superar el miedo al agua, hemos podido observar lo siguiente:
Principalmente, han podido superar un miedo muy concreto que les impedía o les bloqueaba continuar con el aprendizaje. Por ejemplo, introducir la cabeza en el agua o respirar dentro del agua o flotar por sí solos. Objetivos básicos difíciles de superar, pero no imposibles afortunadamente, si esos miedos han sido fruto de experiencias traumáticas. Como accidentes de ahogamiento, defectuosos aprendizajes , por autoaprendizaje, mala praxis, etc. asentándose esas experiencias en el cerebro durante años o casi toda la vida, si se produjeron en la infancia.
Otros objetivos como aprender a flotar de pie o nadar en zona profunda, por primera vez, también se han podido conseguir en un solo intensivo.
La clave está en aprendizaje concentrado en unas horas, repitiendo siempre el mismo ejercicio hasta conseguir vencer el miedo que se pretende erradicar. Por supuesto, hay más factores que intervienen. El grado de miedo de cada persona, el carácter, el convencimiento, la fuerza de voluntad, la propia metodología empleada, el apoyo del instructor, etc.
Al repetir e insistir, durante unas horas seguidas, en el mismo ejercicio hasta conseguir hacerlo bien, ese miedo específico o fuerte ansiedad que se siente, por ejemplo al pretender meter la cabeza en el agua, cede. Eso no quiere decir que no se consiga el mismo resultado asistiendo regularmente a clase semanal, lo que ocurre es que con el intensivo se consigue en el mismo “momento intensivo” del aprendizaje.
Digamos que un intensivo sirve, fundamentalmente, para darnos cuenta que podemos lograr superar el miedo al agua. Lo que, desde el punto de vista psicológico es crucial, ya que hasta ese momento hemos estado asumiendo que jamás lo consiguirímos.
Pero el miedo, cuando se ha instalado tanto tiempo en nuestro cerebro, es como la realidad, tozudo. Que hayamos conseguido superar el miedo al agua en un momento detereminado no quiere decir que haya desaparecido del todo. Hay que continuar con el aprendizaje, con la batalla. Es una lucha personal que no cejará hasta que te sientas con confianza plena y seguro de tí mismo en el agua.
Resumiendo, un miedo determinado puede ceder cuando lo trabajamos machaconamente y de la manera adecuada durante unas horas seguidas. Pero no hay que engañarse. Hay que seguir trabajándolo, ya que solo cederá definitivamente con el trabajo regular y bien planteado a lo largo del tiempo. Ya sea en forma de intensivos mensuales durante toda la temporada o clases semanales.